jueves, 9 de enero de 2014

Historia de aquí y de allí

Hay dos corrientes opuestas a la hora de intentar definir el sistema educativo de España. Unos pretenden centralizar la educación. Argumentan que es necesario un curriculum común en todas las comunidades, que todos deberían salir de bachillerato con los mismos conocimientos, y que así se evitaría el uso partidista de algunas asignaturas por parte del Gobierno regional de turno. Otros defienden la descentralización argumentando que cada pueblo es distinto, y es necesario defender la identidad cultural a través de la educación.

Al final, la discusión sobre el sistema se centra en la Historia. ¿Quién tiene que darla y qué debe incluir dicha asignatura? Porque en el resto de materias no va a haber mucha diferencia: el consenso sobre qué conocimientos hay que adquirir en Matemáticas o Física. También hay discusiones en comunidades con idioma propio sobre en qué lengua hay que dar las clases, pero eso es una cuestión de forma, no de fondo, y por tanto se aleja de las pretensiones de mi neurona.

España, en la actualidad (y no sabemos hasta cuándo, nada es para siempre) ocupa lo que geográficamente se llama Península Ibérica, menos una buena porción que pertenece a Portugal, a lo que hay que añadir dos archipiélagos y dos ciudades situadas en el norte de África. Pero no siempre ha sido así: hubo un tiempo que dominaba un imperio que abarcaba medio mundo, y otros tiempos en los que no existía un país llamado España, sino distintos reinos y tierras independientes entre sí.

Antes de la boda de los Reyes Católicos en 1469, la mayor parte de lo que es ahora España estaba repartido en dos reinos independientes entre sí, el de Castilla y el de Aragón.

Si abogamos por una educación centralizada, con los mismos libros de texto para todos los alumnos, ya sea de Valladolid o de Sevilla, aquí nos encontramos con un problema serio. ¿Qué consideramos como historia de España antes de ser España?

La respuesta es fácil y clara: Castilla. Los libros de texto de EGB, en los años 80 y primeros 90, antes de la transferencia de las competencias educativas a las comunidades autónomas, contaba la historia de Castilla como si fuera la de toda España.

Yo soy aragonés. Y yo estudié con esos libros de texto. Recuerdo que cuando tocaba estudiar Historia, me encontraba con que "nuestro pasado", era en realidad el pasado castellano. Aprendí más sobre Alfonso X que sobre Pedro II, La historia de Aragón se contaba en un capítulo aparte, dándole la misma importancia y extensión que a la francesa.

Me gusta que las comunidades autónomas tengan las competencias educativas. Permite que en cada lugar se estudie lo que más interesa, evitando que el café para todos cree injusticias como que tengamos que estudiar como propia la historia de un pueblo extranjero. Y eso no es manipulación del gobierno de turno. Es evitar imposiciones.


P.D. La imposición de la historia castellana como si fuera la española no es casual, ni nuevo. Forma parte de un proceso nacionalista que se ha ido desarrollando desde hace siglos. En El País, han publicado un artículo bastante esclarecedor, titulado La falsa Tizona, el falso Don Pelayo. Trata sobre la dificultad de distinguir la verdad de la invención pura. Recomiendo su lectura