miércoles, 8 de diciembre de 2010

Diciembre

Ocho de diciembre. Termina el puente, y hay que volver a currar. La navidad se acerca, y el año, por fortuna, se va. No me gustan los años terminados en cero.

Hace años, no demasiados, al terminar el año hacía balance sobre lo ocurrido en los últimos 365 días. Mal hecho, el balance siempre resultaba negativo, con la depresión que ello acarreaba.

También hacía propósitos de año nuevo, lo cual tampoco era una buena idea, porque acababa por no cumplirlos, y al llegar el siguiente final de año me hacía sentirme culpable.

Todo eso forma parte del pasado. Ahora, si rememoro lo que he hecho, no es para hacer balance, sino como recordatorio, una especie resumen anual para añadir a mi biografía. Y ese resumen me indica que, aunque no he cumplido con mi objetivo principal, tampoco ha resultado un año en blanco. Al menos he iniciado mi andadura en algunos temas, aunque otros sigan estancados.

Pero… aunque no haga balance, aunque no haga propósitos, diciembre no es precisamente el mejor mes del año. Son fechas en las que las ausencias se notan más que nunca, además, son fechas en las que se hace necesaria esa compañía que no llega.

Pero bueno, a fin de cuentas diciembre sólo marca la frontera entre el año viejo y el nuevo. Año nuevo, que, por cierto, ya me he pedido, así que será mi año.